La Ciencia de la Desregulación Emocional: Cómo Lo Que Calla o Exagera tu Mente Inflama tu Cuerpo

La psicóloga Natalia Seijo, directora de NS Centro de Psicoterapia y Trauma, revela en una entrevista para Europa Press Salud Infosalus un hallazgo crucial que redefine el vínculo entre la salud mental y física: la desregulación emocional, tanto por represión como por exceso, tiene un impacto directo en la inflamación corporal, generando síntomas físicos reales sin una causa médica aparente.

Según la experta, la creencia popular de que solo «guardarse» las emociones es perjudicial es incompleta. La dificultad para modular lo que sentimos, ya sea reprimiendo el malestar o reaccionando de manera desproporcionada, afecta directamente el equilibrio físico. Estudios científicos recientes demuestran que las mismas áreas cerebrales encargadas de gestionar las emociones también controlan los procesos inflamatorios, lo que explica por qué un desequilibrio emocional sostenido puede manifestarse en el cuerpo.

Cuando la Emoción se Convierte en Síntoma

Este fenómeno, conocido como somatización, se presenta a través de una variedad de síntomas físicos que, aunque son reales y causan gran malestar, no tienen una explicación médica clara en las pruebas objetivas. Entre las manifestaciones más comunes se encuentran:

  • Insomnio
  • Contracturas musculares y dolores de cabeza
  • Problemas digestivos
  • Caída del cabello y afecciones de la piel

“Cuando la causa física es identificable con pruebas médicas, hablamos de un síntoma médico. Sin embargo, en la somatización, el malestar fluctúa con nuestro estado emocional, empeora con el estrés y la tristeza, y puede mejorar en momentos de calma. El cuerpo se convierte en un mensajero que nos avisa de que nuestro equilibrio interno se ha perdido”, explica Natalia Seijo.

El Origen de la Herida Emocional y la Importancia de la Validación

La psicóloga destaca que la forma en que aprendemos a relacionarnos con nuestras emociones se forja en la infancia. Cuando un niño recibe validación (“está bien que te sientas triste”), desarrolla una capacidad de autoaceptación que lo protege. Por el contrario, si las emociones son invalidadas (“no llores”, “no es para tanto”), se crea una huella interna que a menudo se traduce en somatización y dificultades para expresar el malestar en la vida adulta.

Seijo subraya que la terapia psicológica es fundamental para identificar las defensas psicológicas que hemos desarrollado para protegernos del dolor, comprender el origen de nuestras heridas emocionales y, finalmente, aprender a validar y procesar nuestras experiencias. “Solo así podemos integrar lo que sentimos y reducir la tendencia psicosomática que afecta tanto a nuestra salud física como a la emocional”, concluye.

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